-280-
y
hasta que probó esta durísima pena no
dió por consumada nuestra
redención~
quie–
re que conozcamos que si un Dios-Hom–
bre no puede tolerar este desamparo, noso–
tros que por
la
culpa nos
constituimo~
en
otro desamparo más amargo de Dios, cual
es, no solamente ausencia de Dios, sino
también sustracción de auxilios, negación
de luces y carencia de fuerzas,
¡
cuánto
debemos temer al pecado que en este esta–
do nos constituye!
¡Ay
vida dulcísima
dé
mi alm
!
~flígeme,
SHñor, con cuantas pe–
nas sean
(i)-Sibles
á
mi
flaqueza~
ántes que
yo me vea üesamparado de Tí. Ultimamen–
te, encomienda su Espíritu en manos de su
Eterno Padre, y bajando su sacrosanta ca–
be~a,
dió por nosotros el último aliento de
su preciosísima
y
estimable vida. Ea, alma
mía, ya estás redimida, ya no tienes discul–
pa, pues aunque tu precio era infinito,
ya
está todo pagado; ahora sólo resta que tú se-
.pas corresponder á tan grandes finezas; pa–
ra esto proponte con todas véras de no vol–
ver más
á
pecar, y borrar con tus lágrimas
tus pecados: , que este Señor que es todo
misericordia, te
dará
su santa gracia, para
que así lo cumplas. Oonside:ta cómo des·