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Revolución no puede aclamar lo que es indigna
de recibir. Entre León
XIII
y
la Revolución, el
antagonismo ha sido
y
sP.ráeterno: no cabe con–
ciliación posible: que la Revolución es el abis–
mo contra la Iglesia
y
la sociedad,
y
León XIII
es el Pontífice por excelencia de esos intereses
divinos.
Basta lo dicho en testimonio aunque pobrísi–
n1o de la fecundidad maravillosa en los triunfos
de León XIII, que le hace un Pontífice excep-
cional.
Non est inventus sz'milis
z'llz'
___ •
Mal;-
-;zijicavz't eu1n
z'rt
conspectu reg·u11t.
Paso á ocuparme, católicos, de mi segunda
proposición: León XI
1
I, Pontífice excepcional
por lo que el mundo todo siente de
él.
Non est
z'nventus símilis z'llz'
_..
_E
t beatijicavz't illum
z'n gloria.
Cuando me propongo demostraros que León
XIII es un Pontífice exceJJCional también por
lo que las sociedades sienten de él, ni pretendo
eclipsar las glorias de sus antecesores en
I
9 si–
glos, ni decir algo má.s de lo que corresponde á
las suyas propias: que en el recuerdo de los
grandes hombres rara comparación no es enojo–
sa,
y
toda exageración es inaparente.
Las relaciones de las sociedades todas con
León XIII pueden reasumirse en esta frase im–
portantísima: admiración, amor
y
veneraci6n
ó glorias de León XIII sobre las inteligencias,
los corazones
y
el orgullo humano.
La sabiduría de León XIII, su criterio
y
el ti–
no que le asiste le han hecho la admiración del
mundo en los días presentes. Parece que el Pon–
tificado Supremo, como luz del mundo que es,
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