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EL
HOMBltE
mos referido;
y
no faltando
l11:mCa
muchos sequaces en todos los ) er–
ros, haciendo junta,
y
quadrilla con
los que incurren en éste,
á
costa de
riesgos ,
y
desco1110didades, adquie..
re el odio,
y
el desprecio público,
en vez de la honra, ·
y
aplauso, que
creía conseguir. El exen1plo de
tUl
embustero,
ó
exagerador autoriza–
do, echa
á
muchos en el yerro de
pensar, que para adquirir honra en
las cosas que la merecen, no es ne–
cesario haverlas executado, sino sa–
berlas relatar con apariencia de
ver~
dades, aunque no
10
sean. Los
qua~
les exelnplos bastan pará ponernos
delante de los ojos todos
los
errcr
res sen1ejantes, procedidos) no de
la malicia del que los c01l1ete, sino
de
la
falta de enseñanza,
y
expe–
riencias, que le hayan establecido
caluino cierto ,
y
verdadero en sus
operaciones.
Ocasionando tambien
es-