La rebelión de los lápices

166 S e trata de una de las imágenes más grotescas –y a la vez más poderosas– de la caricatura peruana del siglo XIX. A diferencia de la mayor parte de escenas narra- tivas del género –tomadas de un repertorio de tópicos caricaturescos– esta litografía parece haber surgido de la inventiva de un dibujante local. En realidad, su pro- cacidad solo es comprensible como correlato gráfico de la virulencia que caracterizaba, en aquel momento, al periodismo de nuestro país. La Patria está aquí sim- bolizada por una mula moribunda a la que rodea un conjunto de gallinazos, en cuyas cabezas se identifican a los más conspicuos representantes del civilismo: en- tre otros, a Francisco Rosas, Ántero Aspíllaga y David Torres Aguirre; este último acompañado de una baci- nica que simboliza al periódico que dirigía. Tal como acostumbran estas aves carroñeras, un gallinazo inten- ta devorar al animal agonizante por el ano, creyéndolo ya muerto; la mula, sin embargo, se apresura a asfixiar a su agresor. Con tales analogías, el dibujante logra expresar de for- ma lapidaria el desprestigio de una clase política tradi- cional considerada culpable de la derrota del Perú en la Guerra del Pacífico. REVOLCA, / SEPOTOCOTON! / ¡¡AHÍ ETA!! // Y DESPUES DE ESE, Á LOS OTRO, / NI UNO VAMOS A DEJA / AJUTELE UTÉ, MULITA / TON… TON! / JAGALO UTE REVOLCA, / SEPOTOCOTON! / ¡¡AHÍ ETA!! ( Ño Bracamonte , 4 de marzo de 1893, p. 1) E l mundo al revés

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