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-Como le saco las liendres, se queja.

Inquieta la niña se levantó sin hacer ruido y bajó a la cocina y pudo ver como

la bruja intentaba descuartizar a su hermano con una hoja de cortadera. Amarrado y

amordazado, apenas si se oían los ·quejidos de la pequeña víctima.

Sin perder tiempo, cogió la chiquilla un puñado de ceniza y lo echó a los ojos

de la bruj a y mientras ésta corría a lavarse al puquial desató a su hermano y hu yeron

de prisa. Tras ellos salió aullando la bruja .

Cerro arriba, corrían los niños jadeando como dos tarucas. Como eran chicos

los quishuares los ocultaban y la bruja en vano clava ba los ojos sobre el camino como

dos espinas.

Al medio día encontraron a un cóndor que dormitaba sobre unas peñas.

-Taita Rucus, ocúltanos bajo tus a las que nos alcanza la Achiqué.

E xtendió sus alas el cóndor y bajo ellas desaparecieron los niños. Al cabo de

un rato llegó cojeando la bruja , miró astuta por todos los lados y como no viera nada

le preguntó al cóndor:

- ¿Auqui Rucus, has visto pasar por aquí dos niños qu e se me han escapado?

-Nada he visto, Achiqué.

-Pues entonces déjame ver qué tienes bajo las alas.

El cóndor la dejó aproximarse y cu ando la tuvo bien cerca dió de a letazos e

hizo caer rodando a la bruja hasta el fondo del barranco.

De nuevo los niños se dieron a la fuga. Al atardecer, fatigados de tanto correr,

ll egaron a la madriguera de una zorra. A la puerta de su cueva esperaba a su mari–

do que debía t!-"aer pajaritos para las crías.

-Tía Atoj, dijo la niña , la Achiqué nos persigue. te ruego que nos guarezcas

en tu casa. La zorra miró piadosa a los niños y los dejó pasar.

Al anochecer llegó la bruja. Bufando venía ...

-Vieja Atoj, dijo. de seguro aquí están escondidos dos niños que se me han

escapado.

-Aquí sólo están mis crías, dijo la zorra.

-Entonces déjame pasar, repuso la vieja.

-No puede ser, están 3urmiendo y las despertarías.

T ánto fastidió la bruja que la zorra la espantó a dentelladas.

A la mañana siguiente los niños dieron las gracias a la zorra y emprendieron

de nuevo su fuga.

Mas la Achiqué los esperaba en lo alto de un cerro; al verlos bajó dando brin–

cos como un salfamon tes. Huyeron los niños valle abajo. Como venaditos corrían .

1 torcer un recodo, divisaron a un Añás que estaba haciendo un hueco en el suelo.

-Don Añás, ocúltanos pronto que ya viene la bruja . imploraron los niños.

El Añás los metió en el hueco y los tapó con hierbas.

-Añás pestífero, dijo la bruja a l llegar,. aquí tienen que estar los mu chachos,

¿qué ocultas debajo de aquellas hojas?

-Es mi cosecha de papas.

- Si es como dices, déjame ver.