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dó el puma

y

comparando sus dificultades tuvó énvidia de la holgada vida del zorro) .

Sin embargo, continuó el zorro , no soy feliz , añoro mi libertad y por otra parte no

deseo casarme. Mi prometida es joven y hermosa pero ignora mis costumbres y aquí

debo estar amarrado hasta que dé mi consentimiento para la boda. Si yo

encontra~

ra una persona que me reemplazara, cam biaría de lugar.

El puma no necesitó mucho para decidirse y desató presuroso al zorro que

sa~

lió disparado a campo traviesa.

A la mañana siguiente, muy tempranito, cogió el cholo su garrote y sin

no~

tar el cambio comenzó a golpear al puma. A los golpes se puso a gritar el puma:

Es~

toy dispuesto a casarme. Estoy dispuesto . .. ! A los aullidos acudió gente y entre

to~

dos apalearon al puma, hasta que éste rompió la cadena y huyó por entre los cerros.

Pasó mucho tiempo y un buen día se encontraron, sobre el lomo de un cerro,

puma y zorro. El puma se lanzó rugiendo a devorar al zorro, mas éste le gritó:

¡A~

tiende razones! Reconozco mi ma l comportamiento, pero lo pasado pasado, debemos

unirnos y juntos vengarnos del hombre. '

El puma aceptó. Unidos merodearon muchas noches, hasta que una de tantas

hicieron magnífico botín. Arrastrando las presas, subieron valle arriba y después de

mucho caminar el zorro dispuso: Debemos cruzar el río para que se pierdan nuestras

huellas, yo pasaré a nado las ovejas

muert~s

hasta la otra baÜda; cuando el botín

es~

té a salvo echaré palos al río, a modo de puente, para que tú puedas salvar el río.

Sabido es que los pumas temen el agua y rara vez se aventuran a nadar.

Cuando todo estuvo al otro lado, el zorro se sacudió el agua y alegremente co–

menzó a gritar: " Puma baboso, espera sentado que te haga un puente" y sin esperar

más comenzó a devorar uno y otro carnero. La sangre manchó el agua del río y

has~

ta la otra banda llega ba al puma el olor de la carne fresca.

Y pasó de nuevo mucho tiempo y un día al atardecer divisó

el

puma al zorro

que estaba escarbando el suelo en la pampa. Bajó el cerro, a grandes saltos, y

pron~

to le dió encuentro.

¡Te voy a devorar, le dijo, por falso y por cobarde! El zorro

no se inmutó y seguía-escarbando. De nuevo r ugió el puma : "Te voy a devorar",

en~

tonces el zorro contestó: Ya no temo nada, estoy haciendo un hueco para meterme,

pues se acerca el fin del mundo; si me devoras no podrás salvarte pues mi obra apenas

está comenzada. Entonces el puma se puso a temblar, comprendió en un instante

to~

do el peligro, y ya sin hablar nada, se puso afanosamente a ayudar al zorro.

Primero juntaron gran cantidad de piedras. luego continuaron haciendo el

hue~

co, y sobre H a modo de cúpula colocaron las piedras. El zorro dispuso además

en~

tre las piedras gran cantidad de espinas.

Cuando todo estuvo listo, el puma se metió al refugio precipitadamente y

el

zorro quedó afuera esperando la llegada del fin del mundo. Pasó un largo rato y al

fin el zorro se puso a gritar: ¡Ya viene!

¡Ya viene . .. ! y dió un gran empujón al techo

de piedras que se desplomó sepultando a l puma.