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ICHI EL ENANITO
Cuento del Callejón de Huaylas.
EN
Qjelle Huanca se abrió la tierra
y
del interior de ella brotó un enanito. Esta–
ba desnudo y tenía una brillante cabe llera roja como fuego. Se sentó sobre una
piedra
y
sacudió alegremente sus encendidas greñas.
Sus ojitos vivos como brasas
miraban asombrados
el
paisaje,
y
como ha cía frío se puso a llorar como un lechoncito.
Por entre riscos
y
peñas saltaba
el
enanito
y
su cabellera roja se le enredaba
entre las pencas y las tunas. A medianoche tocaba su barriga como un tambor y el
sonido ronco rebotaba de cerro en cerro. En las tardes calladas soplaba su chisca
y
la flautita se transía de trinos, pero sobre todo le gustaba asustar a
los chacareros
y
cuando los sorprendía recogiendo leña, gruñía, gruñía sordame»te.
Cantaba, también, debajo de la tierra
y
sus canciones salían al aire como el agua
de los puquiales cuando se convierte en nubes. En los amaneceres celestes, las tona–
das lejanas del enanito Ichi despertaban a los niños
y
los terneritos mugían dulce–
mente.