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E l boc;:i.i-lo de hierro ard iente foe el último tormouto.
Pero el dantesco suplicio había durado hasta la madrugada.
El
indio
erró lentamente la puerta de la choza
y
e
fué
Y
la
bella Manuca, ahora desventurada piltrafa
hu–
mana tod avía tuvo codiciosos: lo cuervos. (1)
(1) El relato final del cuento es copiado fi el;mente
de
la realidad. A sí dió muerte a su mtUjer un indio de
la parroquia de Turi (Cantón Cuenca) unos treinta años
hace. Su nombre era Benigno
.J
aigua, y hasta había lle–
gado a T eniente Político del pueblo. Su crimen es prover–
bial hasta el día
de
hoy.