-8±-
piedra de
la~
huaracas.
Juauc.:hito, que no
era COl'pul ento 11i fu erte,
u
lt
1
níu
a distau ia dP-
los inJios d0 Quin jeo,
muy
diest.ros en
ol
juego, peculiar de su parroquia; pero derre¡, e11t0
se
l
0
presentó Balt.ico ,
y
hubo de enfre11tarse con él. Dentro el
sombrerazo
ele
cuero
brillaban los ojoR de Balt.ioo, como
oj os
ele
enfurecido mastín.
-Cunan
1·i<yungui, l11Uagllishca'.
(¡Ah.ora v -rás
sm1-
rriado)l
---Cunan
ricuzhun, tia Baltico .
[Ahora Vl'lremos,
Bal–
tico).
Y
mi entras J uauchito apena ·
laba
comienzo a
la
rotación de
su
huarncu,
ya Baltico le había propillndo
un rudo golpe
lllitatll del pecho.
Juanc ·to
aJ
boleo, en tau to que Ba.Jtieo le a-
segt11ndó
cou
a
i
id d
el
gol[:[ , Jiaciénüole lanzar una bo–
canada de sau
ucliilo
cayó enredado en
la
huara–
ca de Baltioo
Enton ce:;
éste-
le arrastró uomo un trofeo, clej ándole
hacia un lado de la loma, en que ésta se cortaba en un
despeñadero at1oz.
A
poco ya nadie reparó en
J
uanr..hito. El
pttcara
e:;taba en su apogeo de bru tialidad. B altico se aprovechó
de e to;
y
como J uanchito había perdido el conoeimien–
to,
acercose Baltico con tiento,
y
le
logró despeñar.
. Nadie
10
había visto.
Mientra:; que
J
uao chito rebotaba por el t errible pre–
cip1010,
sin esperanza de salvarse del trance mortal.
Balti o lo veía despedazarse.
- Huallo
shina!
licomo uu cántaro!]