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el
juego
del
pucara.
Baltico, sabiéndolo, concurrió también srn
invitación
11mguna.
-Chaipi ricuzhun!
(Allí
veremo
!)
Por las fa ldas de la loma escarpada, en cuya cima se
desplegaba
un
ll ano muy extenso, asuendían los indios en
distinta
direecione .
Era uua grita lúgubre. Alternada c:on
h
rabiosos
pífanos punzantes y lo resoplidos . de la bocina, e tentórea
~'
fune,ta.
D e vez en vez rompía el aire, como cuerpo lanzado,
el ronco grito de un
indio, que oltaba todo su pecho en
una pmlongada nota
rimitiva
como
largo
rugido.
Y en las pequeña , me etas de la ene t.a se veía como
el zapateo de grupos de indios, que, agitando las
guara–
cas,
intentaban
omo una especie de danza, entre el mur–
mullo de algo no o ulular, inarticulado e
inintelegible.
Iban vestidos con unos calzon azos de piel peluda de
carnero con prolongaciones, como de mameluco,
y
cubier–
to"
con unos soi:nb rerazos de cuero, que les defendían como
velmos.
"
En
la cima · del ce rro se entablaba la lucha, en medio
de una embriaguez que crecía por puntos,
y
después
de
habe r apuradu \:}l clásic brebaje da aguardiente con pólvo–
ra, para adqu irir bravura.
Eran
las huaracas con extrem0 de bolas de plomo y
de piedra, prolonga.das en puntas de estrella .
El · juego consistía.
en dar
impulso a las largas cuer–
da
de
la
huaraca,
y
en enredar con éll as al jugador
contrario,
si no alcanzaba a hacerse uu hábil quite. Pero
aumentada la embriaguez,
y
venido el furor, era el me–
nudeo de go lpes de ll eno con las estrellas dt::l plomo
y
de