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miendo y remiendo de aquel gran trapo, estaba ll c:uicla–
dosamente embutidos cóndores de oro, pe os godos, mo–
neda naciona l de plata, fuerte
y
menuda. Tambiéu bi–
lletes de a dos
y
de a cinco, doblados hasta lo minús–
culo.
-iY
la tienda!
Luis se encaminó más que ele paso a una t ienda
que la v ieja poseía en un arraba,l. En aque l tugurio
d~s
tartalaclo había un haúl colonial, ' que contenía efed o.s
de verdadero valor. P lata llamada labrada (bf!ndejas, t_a–
zas, jarros) de aquella que se exhibía en los arcos pro–
ce ionales de las fiestas l'eligio,sas;
y
en el baúl estaban
también apilooadas cajitas desocupadas de fósforos , rep le–
tas de moneda el vielló
1.
~ambién
había un cuarto de pieza
de damasco de seda .
-un
lujoso mantón de Man il a.
P ero lo culminante. obre una especie de taburetP,, la.
vi eja había colocado 1 acuarela del fa1dero, que Luis
le había obsequiado, uu plato te11dido de porcelana chin<l,
y
delante una bolsa ele seda, hecha con toscas co edu–
ras, de un velo de Sagrario, indudablemente robado.
Ante todo esto había un resto de cirio, con que la vie–
ja había alumbrado conjuntamente estos objetos: como
si se tratara ele una imagen sagiada.
Dentro el bolso <le seda había una cantidad de pe–
queños envoltijos de papel de color, que contenían oro
en polvo del Sigsig.
E l valor de aquel conjunto de ídolos de la estra–
falaria pordiosera montaba a una fuerte suma, como pa–
ra constituír una buena fortuna de persona de modes–
ta condieión.