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-¡Mil diablos!
Y no acertaba la manera, de librnrse del odioso
lío, en el que est aba cogido, rumiando con insistenei a:
-¡Infamia! . . , . ¡Siendo como soy inoc<::nt <::!
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Luis Rumipulla era un muhacho que, de criado de
casa
y
alumno de
e~cuel a
urb ana, con más una tem–
p9rada en la Escuela de Litografía, había llegado a.
hacer su peq eña po icióm mdepoodiente.
Sus antiguos _pat ·on es le h abían obtenido una
a–
manuencia
en una judicatura, gracias a su hermosa ca–
Hg:rafía, y con . e:xl guo su.eldillo alquilaba una pieza
en casa de irnas beatas
y
comía baratísimo en una
fonducha de arrabal.
Pero vivía muy contento. Su notable tempera–
mento artístico absorbíale en las horas vacantes de
oficinai, y era su ambición suprema conseguir' una sub–
vención municipal p ara la E scuela de Bellas Artes de
Quito, con la consiguiente ensoñación de pasar de a–
llí
a Italia, con beca de Gobierno,
y
triunfar en Euro–
pa en alguna exposición.
El se había leído una obra barata sobre anécdotas
de artistas célebres. Se sabía alguna cosa de Mont–
martre; la gloria l e cosquilleaba el cerebro;
y
aúd cuan–
<lo no era filatero, no había podido sobreponerse al
deseo de usar corbata de gran lazo, melehaza y sombre–
ro tocado en forma de chambergo. L o que le había ·vali-