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Ella despertó.
Y
rompió en un llanto estentóreo, hiposo;
y
luego
en la casa , junto al cromo de la Virgen,
lloraba aún
convulsivamente:
-¡Perdón, Madre mía., perdón! .
.
. Y tornándoi:;e
con odio al esposo inconcebible:
-No he de estar contigo más, le dijo, no he de es–
tar contigo más.
El partió a la costa foscamente.
Y élla se entró de criada en un convento de la
ciudad.
**
*
Sus compueblerinos, al venir
a la feria del
jue–
ves, le veían atravesar las calles, haciendo mandados de
las monjas. Con los hermosos ojos inclinados a los pies,
ahora descalzos, iba pasando silenciosamente las cuen–
tas del rosario, por bajo el oscuro paño.
Y las oj eras de
la penitencia crepuscularon pa–
ra siempre sus ojos.