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como
ni 'e l
teatro ni Ja nove la ni el cuadro de costumbres
han
toma.doel brío
q1rn
correspollde a un arte robu. to,
precisameJJte el que arrniga. en el propio suelo, el aTte ob–
jetivo.
En
las artes, sill desdeñaT las conquistas de los pai–
ses primogénitos el e La eultura, nos nLrae lo dirncto, lo ci r–
~unda nte. ~n
la r:inta cin ematogr áfi ca nos encantrm, más
que extrañas magn ifi ceneias, el cuadro loeal, las
c~ lles
de
nuestr a ciudad, las montañas conocidas, la costa
<·0 :1
que
nos presentamos al mundo, el campanario, las geutes del
trato cuotidiano.
Despreciar por i nad
1
p.table al procerumienito artístico,
lo doméstico, si ·nifica carencia de sentido estético, del más
hondo y fuu<la n
l.
En varias o,casio es, insinué al seño r Muñoz Cueva
q ue contiuua'e su labor de costumbrista, analizando el
medio social n desp.i:.e iab le de mtestro país, donde la
convivencia de os razas
~·oduco
contrastes y curiosida–
des digna de pasaT a la literatura. Algunos de los cuentos
y cuadros ele Muñoz Cueva han merecido cálido aplauso,
no solamente por la r ealidad fresca y bien diseñada, si–
no por la sa l del relato y el matiz ironista.
Claro que, en esta faena, es fácil resbalar hacia. la
caricatura,
y
más cuando el autor tiene simpatías y an–
tipatías previas, las que no ha podido vencer del todo como
excéntrico del r edil de los que él llama creyente o co–
sa así. Los personaj es malévolo ' a veces se escogen entre
los de ciertas clases asendereadas y cens uradas, egún el
prejuicio, que es un criterio no· siempre acertado.
Como obra central, aparece
Anfora Rota,
una novela
corta, en que figura un
Jooelín
del terruño, el cleriguito
Benjamín, co11 el detalle favorable al señor Muñoz de que