-153-
Junto a él dos o tre mujeres, con rostros de Calva–
rio, enjugándose las lágrimas con el extremo del paño,
y
aventurando una
tímida palabra a cualesquier persona de
un corro, como pretendiendo crear alguna
favorable
si–
tuación.
Era para mover a un traseunte donquijote, ¿pero
qué hacer? La revolución ani aga., la pl aza está en
sitio,
y
la
recluta
e
la creación de
la caballería exploradora.
Pero el pueblo llora.
Y
más
allá,
sentadas en
el andén del cuartel de
Policía, unas cuantas muj eres desgreñadas,
con el rostro
revel;1dOr
de la situación sin salida, aguardan horas
y
ho–
ra
la audiencia del
8Pñor
Intendente,
del Señor Comi sa-
rio, del Señor O:fjcial ..
'
-¡Bonito .
eñor ntenéleute, una palabrita!! .
Y la Autorid a
pasa muy atareada, dócil la
faz
a
la emoción ci
veces muy sentida:
-¡¡Intendente General de Policía, cabo
de Guar-
dial!
Está bién; la autoridad va gravemente ocupada; pero el
pneblo nCI encuentra acceso siempre, representado en la cara
mitad de sus penurias, la desgrefiada mujer, que pone las
miJ.nOS.
Es la esposa, es
la madre
del artesano r evolto o,
del
revolucionario abortado, que ha caído en manos de
la autoridad.
- Pero, iipara qué!! se inmiscuó su marido en esto! .
suspira la compañera de andén .
Y la esposa del montonero refiere a la dolida acom–
pañante la génesis del soldado artesano morlaco de las
fraca~
sadas tentativas contra el
régimen del 95.
Su marido traba.jaba tranquilamente, cuando vino un