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-147 -

Con

trabajo

se pu . de

lle;ar

ha:>.h

la efigie. Hay

un

lleno

compléto

de deyotos, todos

rn sendas bugías,

eu

las que

se eurrosca et

cabello de

la

espo"a eu fer–

ma, el pelo del animal favorito de

la dehesa y

la

hiht–

cha del p,mcho de algún hijuelo hechizado. El Santo

los

curará, talvez en el corto lapso de la ausencin,. De re–

gre¡.;o a

la ca a, estará n sauos.

Se

ad ivin a cierta

terquedad · en el

semb lante de

1

os devotos. Cada cual guarda

de a vanzad a su bug

ía.,

hasta que el pábilo quede i1wrustado en

las

losas

el.el

temp lo.

Y

por allí el suspiro con bemoles de

alguna indie–

zuela, mas cr eyeu;te, o más adolorida:

-iSa.nto mío!

·A.y

Santo mío!

El bendito Patrol'lo no es

de Ja mejor presentación es–

cult ural. Pequeñi o, lleva en la mano una espada, que des–

figura, a ntes

que evocar, como evocada un simple cuchi–

llo, la

espe lu~nante

desolladura que el

g lorioso Mártir pa–

deció en testimonio del Señor J esucristo

entre gentiles

de

la Persia, si ma.l

no

re0uerdo

el martirologio. El

Santo

es poco bello. P ero esto parece que era carta de

recomendación de las efigies milagreras de la colonia, co–

mo

una

gallarda aplicación,

en lit urgia, del

proverbio

español: "den.tro de una mala

capa .

. • se oculta

un

buen bededor".

La campana toca a plegaria. Hay un momento de

reverente

espectación. La procesión va a sa lir . Y por la

puerta de

la

iglesia a par ece

la blanqu.inegr a

trinidad

de sacri tanes, con la cruz,

y

desfil an apiñadamente

ro–

meros

y

romeros, cirio en mano,

tornando de vez

en

vez el compungido rostro h acia

la puerta de

la

iglesia,

por

donde va a aparecer

el Santo.