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-iMal hombre!, conm.inó el sacerdote.
Y concluyó, para si.
-¡¡Infame!!
Entró en su cuarto, y se cerró la puerta..
*
*
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De mañana, Benjamín leía su
brebiario en el banco
ctel corredor. Había madrugado.
A poco salió Pacho
de su cuarto nupcial. Sin salu–
dar a Benjamin
a r avesó el pa..tio, echando al sacerdote un
vistazo 0la
do
soez.
La ventana
de
los novios
se abrió. De espaldas al
patio, Rosali
peinaba. Benjamín se
levantó. Ensilló
por si mi mo
un caba llo, y partió a galope a la
ciu–
dad.
No era todavía mediodía, cuando cumplió su propó–
site. Dejaba poder en forma, para donar a Rosalía y a su
marido el legado de su tía Luz
y
la herencia de su madre.
Escribió a un religioso, amigo suyo, de
la capital, anun–
ciándole que pronto iría a ingresar en su convento.
Regresó a, casa, para llevar consigo algunos
libros.
R osalía
los había guardado en su cuarto. Y los había fo–
rrado cuidadosamente con hoj as de sus cuadernos de cole–
giala. Benj amín se fijó.
En alguna de aquell as hojas, como ensayando
la le–
tra, Rosalía había copiado una coplita popular.
''Ay, por qué no rompí en llanto,