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' 236

HORACIO H. URTEAGA

¡

Jesús de mi vida

!

Qué bien pareces

Entre

Flores

y

Rosas

y

Olivas, .

verdes.

Todos los biógrafos de la Santa están unánimes en de–

clarar que desde niña, Rosa, modulaba el arpa con maestría

y cantaba con voz sonora y dulcísima. En su jardín y acom–

pañada de los trinos de las aves, tenía sus éxtasis de amor.

Un ruiseñor, que tornaba alrededor de las flores de su jardín

y la acompañaba en sus paseos solitarios y en sus deliquios,

trinaba junto a ella, se hizo su confidente y hasta llegó a

arrancarle dulces expresiones, como ésta:

Voz anhelante componga

Himno de unidas cadencias

Que consagre al Redentor

La humilde alabanza nuestra.

Tu ensalza a tu Creador

Yó a mi Salvador, y tenga

Dios en nuestra aclamación

De dos una reverencia.

Abre el pico y los dos

juntos

Demos en blandas cadencias

Con alternado rüido

Dulce canto en voces tiernas.

Y más adelante y cuando llegaba el crepúsculo y el paja–

rillo, huyendo ya de la tarde helada y de las sombras, se aleja–

ba, " entonces,

dice entusiasmado uno de los biógrafos,

la

compañera lo despedía con esta dulce estrofa ":

Déjame el av-ecilla,

Huye el veloz cantor,

Mas siempre está conmigo

Mi dulce Redentor.