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HORACIO H. URTEAGA
¡
Jesús de mi vida
!
Qué bien pareces
Entre
Flores
y
Rosas
y
Olivas, .
verdes.
Todos los biógrafos de la Santa están unánimes en de–
clarar que desde niña, Rosa, modulaba el arpa con maestría
y cantaba con voz sonora y dulcísima. En su jardín y acom–
pañada de los trinos de las aves, tenía sus éxtasis de amor.
Un ruiseñor, que tornaba alrededor de las flores de su jardín
y la acompañaba en sus paseos solitarios y en sus deliquios,
trinaba junto a ella, se hizo su confidente y hasta llegó a
arrancarle dulces expresiones, como ésta:
Voz anhelante componga
Himno de unidas cadencias
Que consagre al Redentor
La humilde alabanza nuestra.
Tu ensalza a tu Creador
Yó a mi Salvador, y tenga
Dios en nuestra aclamación
De dos una reverencia.
Abre el pico y los dos
juntos
Demos en blandas cadencias
Con alternado rüido
Dulce canto en voces tiernas.
Y más adelante y cuando llegaba el crepúsculo y el paja–
rillo, huyendo ya de la tarde helada y de las sombras, se aleja–
ba, " entonces,
dice entusiasmado uno de los biógrafos,
la
compañera lo despedía con esta dulce estrofa ":
Déjame el av-ecilla,
Huye el veloz cantor,
Mas siempre está conmigo
Mi dulce Redentor.