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fué, lo que es y lo que será. De allí que la labor paciente del
h!Storiador, que acumula primero materiales -
despojos de
una realidad que pasó -
partícipe de la obra del poeta, del
poeta en el sentido griego por excelencia, en el concepto en
que Emerson y CarlyJ.e le tuvieron, como creador, como vi–
dente no sólo del futuro, sino del pasado. Anatole France,
aijo
en alguna ocasión, que la possía vive de lo inaccesible y
de lo irreparable; y el historiador que alienta lo que ya no
puede volver a ser, por la fatal mudanza de las cosas, debe
poseer aquel gran sentido del cantor. No basta con saber que
tales o cuales cosas fueron; no basta con relatar lo que pasó
y
es ido; es indispensable, al hacer historia, infundir un soplo
ele vida a aquellos muertos despojos y dar a lo que se revela
a la faz del presente, la sensación inqu•ietante de lo que está
pasando, de lo que sigue palpitando en lo que vino después de
la deriva gigantesca de los tiempos.
La Historia guarda con este sentido poético de la crea–
ción de la vida que importa, los sentimientos de las naciona–
lidades y de la raza. Pueblo que no ama su pasado, que no le
conoce, que vive al día como si. del de ayer no viniera, ni
de su propia vida se curara, es pueblo destinado a no merecer
que le alumbre como a tal la aurora del porvenir. De allí que
la labor pacienb de los investigadores del
p~sado,
sea labor
patriótica por excelencia : " Hay un género de patriotismo
que no crece en las luchas, ni se alimenta .con sangre de hom–
bres-: es la obra tranquila del historiador, del filólogo, del va–
rGn empeñado en restaurar las cosas vividas", ha dicho Gar–
cía Calderón, en bello párrafo que pone como epígrafe de su
libro el doctor Urteaga. Las nacionalidades que van hasta
la raíz de sus vidas, y que se sienten profundamente ligadas
al pasado, adquieren por extensión del alma colectiva, la con–
ciencia de qu e sus destinos no son efímeros. Vivir sin cui–
darse de lo que se fué, sin sentirse solidario de lo propio
y
personalísimo, es descontar el mañana, pasar por la existen–
cia como una cifra si<n sentido, como un vano símbolo sin
expresión y sin esencia. Todos los que de algún modo contri–
buyen al conocimiento real del pasado, hacen labor nacional,
digna de alabanza sincera. porque ponen jalones en la obra
de forjar una concienc!a de la Patria.