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-Xlll-

la escritura hubiera llegado o no a precisarse; que

fuesen más o menos complicadas las combinaciones

de hilos multicolores para recordar los sucesos; que

las divinidades locales tuvieran éstos o los otros átri–

butos, reveladores de que el totemismo había comple–

tado su evolución, creando verdaderos dioses humanos,

en nada cambia el vigor de un proceso cuya curva

magnífica estaba destinada a no cerrarse sin haber

alcanzado las mayores cimas del desarrollo humano.

Por lo demás, esas discusiones nunca pueden sa–

lir de una irremediable vaguedad. Por ejemplo, res–

pecto a la escritura.

¿

Quién puede fijar el momento preciso en que

las figuras que retratan al totem animal para crear

el amuleto protector, se objetivan hasta el punto de

constituir la comunicación intencional de 1.m pensa–

miento? Como el lenguaje hablado, el lenguaje escrito,

antes de revelar el pensamiento revela la vida sensible.

Un proceso gradual, de especialización, inseparable en

sus términos, reune a!!J.bos esta.dos. La palabra y la

imagen pintada, antes de ser procesos de comunica–

ción, forman parte de esos movimientos de la expre–

sión fisiológica o social, que traducen el sentimiento

en el grito y en el arte rítmico o constructivo. Así como

no hay grito sin un contenido psíquico más o menos

vago, no hay figura que no trasmita un concepto más o

menos preciso. El arte por el arte solo corresponde a una

gran cultura, y el retrato es el término y no el principio

ctel arte pictórico. La aglutinación y el polisintetismo

c11nstituyen un lenguaje sin palabras definidas, redu–

cido

a

frases indivisibles y sintéticas, y todas las figu-

1·as primitivas constituyen una escritura, que antes de

llegar a un simbolismo preciso, conserva los episodios

míticos, las genealogías, las fases de la enfermedad,