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la escritura hubiera llegado o no a precisarse; que
fuesen más o menos complicadas las combinaciones
de hilos multicolores para recordar los sucesos; que
las divinidades locales tuvieran éstos o los otros átri–
butos, reveladores de que el totemismo había comple–
tado su evolución, creando verdaderos dioses humanos,
en nada cambia el vigor de un proceso cuya curva
magnífica estaba destinada a no cerrarse sin haber
alcanzado las mayores cimas del desarrollo humano.
Por lo demás, esas discusiones nunca pueden sa–
lir de una irremediable vaguedad. Por ejemplo, res–
pecto a la escritura.
¿
Quién puede fijar el momento preciso en que
las figuras que retratan al totem animal para crear
el amuleto protector, se objetivan hasta el punto de
constituir la comunicación intencional de 1.m pensa–
miento? Como el lenguaje hablado, el lenguaje escrito,
antes de revelar el pensamiento revela la vida sensible.
Un proceso gradual, de especialización, inseparable en
sus términos, reune a!!J.bos esta.dos. La palabra y la
imagen pintada, antes de ser procesos de comunica–
ción, forman parte de esos movimientos de la expre–
sión fisiológica o social, que traducen el sentimiento
en el grito y en el arte rítmico o constructivo. Así como
no hay grito sin un contenido psíquico más o menos
vago, no hay figura que no trasmita un concepto más o
menos preciso. El arte por el arte solo corresponde a una
gran cultura, y el retrato es el término y no el principio
ctel arte pictórico. La aglutinación y el polisintetismo
c11nstituyen un lenguaje sin palabras definidas, redu–
cido
a
frases indivisibles y sintéticas, y todas las figu-
1·as primitivas constituyen una escritura, que antes de
llegar a un simbolismo preciso, conserva los episodios
míticos, las genealogías, las fases de la enfermedad,