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COMPENDIO HISTÓRICO

95

mane H ispanico noster Tolra (de quo in

loco) latens sub nomine Josephi Ignatii de:

Salas Matriti typis Viduae Ibarrae

I

803....•,

dice Caballero en el artículo del P . Isla

(1,

r65)¡ y luego después, en el del P. T olrá:

«Compendio histort"co....

Sumpto nomine

Josephi Ignatii de Salas eleganter I lae vi–

tam describit» (1

1

27 1-72).

«Vida escrita por mi Condiscípulo, el

P. Tolrra, y dada a luz vajo el nombre de

D .•

]

ph. Ign.cio de Salas Presbit.º», dice

igualmente el P . Juan Miguel Ruiz en un

apuntamiento que se halla en la

Coleccio11

de P apeles varios

dd P. Luengo (ru, 33·);

y el P . Antonio Morey, en el

S11mmari11111

Vitae

del P. T olrá: « [ejus opus] de vita

Francisci Isla Sacerdotis h ispani in lucem

editum, magno eruditorum ac piorum

plausu exceptum est (pág. 4). -Véanst

también Ticknor-Whitney (págs. 187, 317

1

374), Blcker (u, 2 6;

m,

114 ), Carayon

{pág. 275 , núm. 2000)

1

S o mm e rv ogel

(D., 1+7i B.,

IV,

6

~ j

YIII,

91;

IX,

988, 142 ),

H artzenbu ch (pág. 120) y Menéndez y P e–

layo

(B ibliogr. hisp.. lat. clásica,

pág. 712).

P ero ¿es cosa averiguada que fuera nues–

tro P . T olrá el verdadero ó, cuando menos,

el úniCo autor del

Compendio Histórico.

Óigase lo que última mente encontramos

sobre esta cuestión en los

A p1mtes para

nna Biblioteca de Escn"toras Espa1iolas,

del

Sr. Serrano y Sanz.

«En el prólogo

A l q1ee lqere,

dice D." Ma–

ría [ hermana del P. Isla

J: '

E ncarg ué el

desempeño (de la biografía) á uno de sus

amigos [de dicho P adre] que le trató algu–

nos años

y

se hallaba instruido de las noti–

cias oportunas

1

parte adquiridas experi–

mentalmente por sí mismo, parte por las

q ue le comuniqué, recibidas tambien de

testigos oculares é informes

i~ mediatos

y

verídicos" . P ero más adelante añade : " En

ella [en la biografía

J

se echarán de menos

los atractivos del estilo, que faltan a quien la

escribe y sobran

á

aquel de quien se trata".

Cosa que no habría escrito si la redacción

del libro correspondiese únicam e n te á

D . José Ignacio de alas, ó sea el P. T olrá.

Q ue D.ª Maria de Isla tuvo no pequefia

parte en la redacción de este libro , consta

en algunos documentos que hemos hallado

en el Archivo H istórico N acional, y publi–

CJ.mos íntegros »

(1,

539

1

núm. J 214).

H ay, en efecto, entre los publicados uno

m uy curio o que hace

á

nue tro intento, y

empieza así: « M. P . S. Felipe Santiago

Gallo, en nombre de D." María F rancisca

de Isla, vecina de esta Corte, ante V. A.

como mas haya lugar digo: Que deseando

dar al público la

Vida

de su muy amado

hermano el P . Fr.

(sic)

Josef Francisco de

Isla, de la Ex-Compañía de Jesus, bien co–

nocido por us virtudes y profunda litera–

tura,

la ha compuesto a)'ltdada de uno de

sus amigos,

y

es la q ue en devida forma

presento....» (págs. 539-40).

1

o puede negarse que en lo literal de la

frase subrayada aparece

b .•

María como

principal autora de la

Vida;

y su amigo,

como un simple

au~iliar

ó colaborador , á

lo umo, que le aliviase el trabajo de escri–

birla y prepararla para la imprenta. Cree–

mos, sin embargo, firmemen te q ue hay

m ucho de galantería y hasta un sí es no

es de amañada pero oportunl ima insinua–

ción en la cláusula del r. Gallo; y que ésa,

mirada por el viso de la realidad, significa

ni más ni menos lo que nos quería dar á

entender la misma

D."

María al advertirnos

que también ella había comunicado algu–

nas noticias é informes al amigo encargado

de redactar la

Vida

de su hermano.- Lo

que añade algo más adelante, de ser ella

«quien la escribe», además de que está en

abierta contradicción con lo anterior, paré–

cenos que, cuando no sea un remiendo

echado á la fa lta de «atractivos del estilo»,

pudiera muy bien provenir de cierta espe–

cie de il usión, no rara en los que, atraídos

por el interés de una obra ajena que quie–

ren sacar al público, tal vez se encari11an

tanto con ella

y

la acarician de modo que,

sin ellos mismos advertirlo, llegan á adop–

tarla como cosa propia y aun, si no e tán

muy sobre sí

1

á deslizarse en expresiones

que descubren su estado de verdadera alu–

cinación, au nq ue pasajera.

Conviene también , fuera de lo dicho,

atender aquí á la condición y carácter de

D.• María. Mujer dotada de excelentes cua–

lidades y nada amiga de ocultarlas, ufana

con el recuerdo de hermana tan querida

y