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más encub:erto que pudo, fué por una quebrada hasta dar
en el paso que el indio había dicho, que es tan malo que
no pudieron subir sino a pié y los caballos del diestro;
y hiciéronlo tau bién, que sin ser entidos dieron rn ello'
de sobresalto con tanta determinación, que algunos, por
hn:r, s despeñaron
y
otros caían en manos de los espa–
ñole . Hecho e to, pasó toda la gente
y
asentaron real en
un apo ento que le paresció tener mejor disposición, para
ESper&r allí a Diego Pizarro, aunque ponían en mucha
duda su
venid~.
Aquí hallaron en una cámara mucha ro–
pa de e pañoles, alguna della tinta en sangre,
y
luégo
conosciercn ser de lo cinco cristianos que habían muerto;
allí hallaron mucho herraje, y lo tuvieron en tanto que
1JO
lo poclian encarecEr.
Tres horas serían pa atlas del día cuando un cris ·
tiano que tenían pue to para recono cer si venía
m.ásp-E
'n.te.
dijo como a la parte por donde vinieron comenl!:aua11 a
pare ·cer indio de gmrra . Los españoles cabalgaren a
mucha prie
&,
más los caballos e taban tales de lo pa ado
que poco ni mucho se podían tener; luégo comenzó la
ºTita y por lo cerro más cercano donde ello 3staban
a par cer grandísimo número de gente, adonde venían unas
anda y mucha cantidad de lanzas en derredor, por dó co–
noscieron ser la guarda de Tey-Yupangui capitán del
Inga, que venía en aquellas andas, según que ' de pués se
supo. Los españolE tuvieron un avi o muy grande, que
no abajaron de su sitio todos a e caramuzar, sino de cinco
en cinco por no acabar de matar lo caballos. Lo indios·
se multiplicaban de tal manera que no · e divi aba cerro
ni valle de ¡:,hí a cuarto de legua, que no estuviESe lleno
de indios nemigos; aquí se tornó a ver el Capitán muy
congojado pare ciéndole que la v niela de Diego P izarro
era excu ada, el cual otro día no se podría ostener, por-