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bezas de cristianos y ciento y cincuenta cueros de caba–

llos, diciendo también que el Gobernador con

tod~

la

gente que consigo tenía en Los Reyes se habían embar–

cado y desamparado la tierra. Oyendo esto los españo–

les, en todos cayó grandísima tristeza, quedando tan

tibios y pensativos que no sabían de sí, todos muy te–

merosos. Hernando Pizarro, viendo que era tiempo de

animallos y dallos a entender que todo era por mejor,

mandándolos juntar les habló así:

"En

grand~

manera estoy maravillado, nobles y muy

virtuosos señores, y con mucha razón, que adol.lde es–

tán per onas que tanto estiman la honra mostréis por

ninguna vía flaqueza, en tiempo que con mayor esfuer–

zo os habíades de ·animar, pues se apareja para que con más

experiencia se conozca el valor de vuestras personas,

·y

el deseo que tenéis y siempre habéis tenido en señala–

ros en servicio de vuestro Príncipe; cuanto más que co–

sas de indios no se han de tener por tan ciertas como

las juzgais. E ya que por las muestras tengamos por

cierto que así fu ese, de los muertos no nos debe pesar

pues murieron_en servicio de Dios y en defensa destos

reynos; de saber que es embarcado el Gobernador y los

demás, debeis alegraros por que aquella gloria se ha de

tener en más que se atribuye a menos, porque

qu~dan­

do nosotros en esta ciudad, en tierras tan extrañas,

trabajando de sostenernos hasta que viniendo gente de

España queden todas reducidas a la Corona real, por

cierto que me paresce que gozaremos de la gloria: y

digo que, por gozar de una cosa tan señalada como

. ésta, tengo por bien que el Gobernador, mi hermano,

nos haya dejado, porque aún con el deudo que le ten–

go no querría que participase conmigo de la victoria

que pienso conseguir en sostener e tas provincias.