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lanza y una adarga;
y
algunos que con él dormían en
su posada, que erian ha ta ciento, huyeron, que no que–
daron con ellos más de quince hombre : él e puso a una
puerta del aposento y Hernando Pizarro a otra adonde
se defendían lo mejor que podían.
La gente que se derramó por la ciudad saqueaban
las casas de los vecinos, y en la casa dé Hernando Pi–
~arro
y en todos los otro aposento hacían lo mismo. Or–
goñez y su gente arremetieron a las portadas que guar–
daban Hernando Piza rro y. Gonzalo Pizarl'o, en las cua–
le hallaron gran resi tencia, de manera que, aunqu3 las
puertas eran grandes y los que las guardaban pocos, n o
se atrevieron a entrar, y aquí era toda la mayor priesa,
porque como sabíq,n que estaba allí Hernando Pizarro,
1arecióles que
i
lo mataban o lo prendían era todo aca–
bado. Mas él trabajaba tanto y peleaba con tanto esfuer-·
zo, que viendo Orgoñez la mucha resistencia que en su
persona hallaba, y que a esta hora le habían herido al–
gunos de su parte, envió a decir al Adelantado que es–
taba en la plaza que Hernando Pizarro se defendía con
los suyos, y qne no había otro r emedio sino echalle fue–
go a la casa. El
~ual
respondió, que si no lo podían pren–
der se hiciese así ; y aún no era vuelto el mensajero con
la respu sta cuando ya el aposento comenzaba a arder,
y a la claridad dél fuego se veaín muy bien todos,
y
Hernando Pizarro tenía en u adarga muchas saetas hin–
cadas que le tiraban desde fuera, que por animar su gen–
te estaba siempre delante defendiéndolos.. Y como ya
estaba toda la ciudad tomada y habían quitado las ar–
mas a los vecinos, cargó allí toda la gente, y era la prie–
~a
tanta, que apenas cabían en el patio de la casa.
El aposento donde e taba Hernando Pizarro era
grande como una iglesia, y edificado a la manera de in-