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i
11
REFLEXIONES.
T
Omad
y
comed: Este
es
mi cuerpo, qué será
entregado por vosotros.
Sí, Señor; del mis–
mo J esu- Christo hemos recibido la
fe
de
la reali–
dad de su cuerpo
y
de su sangre en la Eucarisda. .
U
na tradicion constante la ha pasado hasta noso ·
tros. Todos los Evangelistas
y
San Pablo nos la han
expuesto. Nadie ha. pensado ponerla en duda en los
once primeros siglos. El demonio , habiendo em–
pleado inútilmeme todos sus artificios para destruir
Ja
fe de los principales misterios
de
la Religion;
la
fe
de la divinidad de Jesu· Christo,
de
la uni–
dad de su Persona ,
de
la multiplicidad de su na–
turaleza , de la necesidad
de
su gracia , de la au–
gusra qualidad de Madre de Dios ; en
fin,
viendo
la
malignidad del infierno frustrados todos sus ti–
ros
y
arruinadas todas sus baterías, vomitó sus blas–
femias contra la divina Eucaristía
y
la realidad del
cuerpo de Jesu-Christo , que
era
la
~ola
vflrdad
christiana que no babia sido
at'm
at~cada.
Es me–
nester ser bien ciego ,
bie~
ingrato ,
y
aún mas
impío , para rehusar creer este misterio- del amor
inmenso de un Dios , estando tan expreso
y
tan
claro
é
invenciblemente establecido. Pero en
fin
las
heregías nunca se levantan sino contra las verdades
de
fe
mas bien zanjadas
y
mas expresas. La Euc:l–
ristÍa es la prern;la mas preciosa
y
mas brillante del
amor de Dios
á
los hombres; es un manantial de
gracia
y
de salud; no hay, pues, que admirarse
fl.Ueel
demonio haga tamos esfuerzos
para
comba-
tir-
DEL
CoRP~