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deficiente y e1-i1pírico. La· esc t; ela con tempo ri–
nea condena e l sistema psic::ológico escocés; p@rn,
ace pta, ag ra decida, los numerosos bene ficios
parciales de qu e le es deudora .
. El idea lismo había dege ne rado e n un inte–
lectualismo ya compl e ta me nle esté ril; el sene
s ua li srno e n un triste y estrecho 1f1aterialismo¡
las esc ue las internrnd ias e n empirismo deficien–
te
y
superficial. La única ve rd:lde ra tendencia
ge ne ral e ra e l esceptic ismo a nte
el
descrédito
que in sp iraban tocios los s istemas; los q11e, co r1
el
calor del combate, habían ll egado
á
los dog–
ma ti smos de las tesis fin a les
y
absolutas. Unos
es píritu s pertinaces e ncer raba n s u intel ige nci a,
fatigada
y
vaci lante, en oscuras paradojas; otros
e r1 co nsuelos mí s ti cos, e n revers ion es re li gio–
sas;
y
otros, e n fin,
cle~bordaron
su encono
descreído e n amenazas ele extermi ni o; las que
bajando lu ego de las esferas del pensamiento,
se emp_apaba n e n· sangre en las tragedias de la
revolución socia l, q ue, resultado de una revo–
lu ció n fil osófica, conmovió al mundo
á
fines de l
!' iglo pasado.
Aunq ue, t al vez, e l ideali smo co ntaba e n su
se no, con fi lóSofos más ilu stres qw e los de las
esc uelas materialistas; lo cierto es que mientras
a qu él las se desenvo lvían en un terre no mera–
mePte especulativo, és tas arrojaban sus semi–
llas filosóficas revolucionarias en los tumuítos
de
la
vida práctica; alcanzando ellas una influ en–
cia deci s iva e n los destinos de la hi sto ria . Pero
la
obra de demo lición, que en tonces se em–
prencíió contra todos los pi;incipios é in s titucio–
nes, se ll evaba también de encuentro
á
lz. cien-
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