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pensamientos, comenzando por los objetos más

sencillos

y

fáciles de conocer, para subir poco

á

poco, como por grados, hasta

el

conocimiento

de los más compuestos, suponiendo

siemp.re

un

o rden , aú n ent re aquellos que no ·se preceden

naturalmente unos á otros. Y la cuarta en ha–

cer, e n todo, enumeraciones tan completas

y

re–

vistas tan generaJe3 que se estuviera seguro d

no omitir na da.

La segunda y cuarta reglas indican el análi–

sis, la división y la ordenada clasificación de

nuestros conocimientos; y por el indisputable

valor que e llas tien e n no pueden ser objeto de

censura si no del mayo r encomio.

La tercera no ha sido por tocios favorable–

mente juzgada: se le objeta

el

que ella pueda

ser conveniente en las ciencias abstractas, como

las matemáticas, pero no e n las naturales y mo–

rales; porque, siendo tocio vario y complejo en

la realidad , es necesario ir progresivamente

descomponiendo á és ta, para alcanzar así la

unidad, que no debe rep resent;\r el principio.

sino el té rmh10, de la investigación. Aún e n e l

caso de que Descartes sólo qui siera indicar con

esta regla , que debe empezarse por lo más de–

terminado

y

~oncreto;

la regla es peligrosa

por~

que lo más determinado, como por ejemplo el

in.dividuo, presenta en la práctica el mayor gra–

do de composició'n.

Sin embargo la regla de Descartes es, para

mi modo de ver, un. precepto profundo, mu y

ajustado á las tendencias de hoy. Con él enseña

que debe procederse de lo más sencillo y fácil

á lo más complicado; indicando así aquella ma-