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fé, revelaciones teológicas, dogmatismos, pres-
. tigio de autoridad, todo desaparecía ante aquel
tribunal cuyo único juez era la ra;:ón. Bacón,'
pa ra luchar con la filosofía escolástica, necesitó
retarla directamente,
y
e n combate sin tregua
humillarla
y
vencerla. Descartes, sin analizarl:i
ni atacarla, la destruyó 5úbi tamente con una
idea sencilla, pero irresistibl e. La crítica de Ba–
cón eran los tremendos ·go!pes que daban por
tierra con el adversario; la de Descartes era el
<1gudo filo de la espada. que se introducía e n el
corazóf.l
~e
la filosofía qu e dominaba e ntonces.
A cuatro redujo, Descartes, las reglas de su
método: Consistía la primera en no recibir ja–
más corno cierta ningu na cosa sin conocer evi–
denteme nte que lo era: ó lo r111e es lo mismo:
evitar cuidadosamente la p rec ipitaci ón
y
la pre–
,·e nción,
y
comprender sólo en los juicios lo
qu.e se presenta al espíritu tan clara
y
distinta–
mente que no tenga· éste motivo alguno para
poRerlo en duda. (
1)
Por esta máxima sabia,
fuera del valor práctico que ella encerraba–
pues si se cumpliera fielmente jamás incurri–
ríamos e n e rror-, ha podido pues Descartes
se r llamado, co n justicia, según la expresión de
Co usi n, e l libertador de la razón humana.
(2)
La seo-unda reala consiste en dividir cada
¡,.,
b
una ele las dificultades en tantas partes como
fuera posible
y
·necesario
par~
resolverlas me-
J
.or. La tercera, en cliriair ordenadamente los
.
b
( r)
D
ca rte . Discurso del Método, t raduc. esp. de Re ·
\' illa.
(2)
V. Cou in: Bistoire gé 11érale de la
ph i lo~ophi e.
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