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viduo, pesaba, con toda fuerza, en el cerebro

de Descartes.

El pueblo francés es un pueblo entusiasta,

expansivo, innovador, de fácil

y

lúcida i111ag\–

nación, dado á empresas desconocidas que le

suministren gloria

y

renombre; un pueblo cu–

ya poderosa especulación se desarrolla mejor

en ideales abstracciones

y

atrevidas teorías qne

.sujetándose á preceptos

y

observaciones,

y

vi~

viendo de las enseñanzas de la vida práctica.

Además, el pueblo francés, como el español

y el italiano, es de origen latino; es decir, es

puebla que necesita, como exigencia de su ar–

doroso espíritu, una

fe

rodeada de forma atra–

yente por su ornamentación

y

aparato. La raza

}atina socialmente es religiosa, políticamente

revolucionaria, científicamente innovadora. Por

todo esto, en Francia los sistemas negativos.

como el pesimismo filosófico, siguiendo los ca–

prichos de la moda, puedén gozar de prestigio

por poco tiempo; pero su existencia tiene que

ser e fímera, ' porque la rechaza el carácter de

aq t1el pueblo que vi ve de bellas creencias. La

aguda negación de Strauss se transforma en el

misticismo estético ele· Renán.

Por todo aquello, en Francia los sistemas

científicoc; tienden

má~

á la teoría que á la prác··

ti'ca, á las

observ~ciones

metafísicas que á las

reservas de la experiencia.

El Renacimiento

aJ

penetrar por tanto en el

espíritu francés, tenía que arroparse con el ca–

rácter peculiar de la raza. Aunque palpitando en

la filosofía la idea disolvente que encarna aque–

lla revolución científica, ella saldría, bien prorí-